
imagen de Antonio Suárez
Nueva tendencia en el pensamiento feminista: la historiadora Yvonne Knibiehler afirma que la verdadera liberación de la mujer pasa por la defensa de la función materna. Y la británica Alison Wolf sostiene que, detrás de una supuesta reivindicación de todas las mujeres, el feminismo "traicionó" a las madres.
Tanto el ciudadano de Nueva York como el turista que, de paso, recorre las calles y avenidas de la gran metrópolis norteamericana se ven expuestos a un sinfín de lenguas. El plurilingüismo neoyorquino no es el simple resultado de la convergencia circunstancial en la isla de Manhattan y los condados aledaños (Bronx, Brooklyn, Staten Island y Queens) de inmigrantes de todo el mundo. La coexistencia de tantas maneras de hablar es además el fiel reflejo de la complejidad de esta urbe, de sus contradicciones, de su problemática articulación social y cultural, e incluso de las obscenas desigualdades que genera el capitalismo desaforado.
Si algo define la cultura de Internet y, por extensión, la de su época, es el concepto de velocidad, muy por encima de cualquier otro de sus supuestos adelantos. Si, una vez descartados los cada vez menos valiosos valores de la calidad y los contenidos, la eficacia global de internet se mide en megas (a ver si te enteras), la eficacia de nuestro progreso se mide, también, en la rapidez en que un adelanto supera al anterior. Con este doble criterio de eficacia, podemos bajarnos series y películas casi inmediatamente después de que se emiten o se filman, y podemos, también, conseguir cada vez más rápidos aparatos y tecnología que convierten en primitivo todo lo que ocurrió antes.
El vacío de la velocidad. La frase de una vieja canción, «No sé lo que quiero pero lo quiero ya», parece expresar de la mejor manera posible de qué se trata todo esto...